Thursday, November 24, 2022

Inauguración de la Cuarta Semana de la Caligrafía en Perú

 


Buenas noches, amigas y amigos. Después de tiempos duros y extraños, luego de casi tres años volvemos a estar juntos —esta vez en la sala Sur Andino del Museo Pedro de Osma, entre importantes piezas de las culturas Tiahuanaco e Inca y de pinturas significativas del periodo virreinal cusqueño— para inaugurar la Cuarta Semana de la Caligrafía en el Perú, tal vez el principal festival de esta hermosa disciplina en nuestra región en los últimos años.

No es posible hablar de cultura sin reconocer la valerosa apuesta de quienes trabajan en ello en un país como el nuestro, donde si bien el consenso sobre su importancia es extendido, las acciones en su favor son escasas. El sector cultural ha sido quizá uno de los más golpeados por la crisis ocasionada por el covid-19, que reveló la vulnerabilidad de los trabajadores del arte ante cualquier contingencia.

Hoy estamos aquí inaugurando una fiesta de la caligrafía, lo que podría tomarse como una exquisitez, cuando es realidad todo lo contrario. Cualquier arte primero fue una técnica, un saber y hacer creados para dar solución a algún problema que nuestra humana limitación hacía irresoluble.

Así una piedra silícea fue frotada sobre algún hongo inflamable para obtener fuego, o fue tallada para obtener alimentos, o sirvió para marcar sobre barro con signos indescifrables por nosotros, pero que daban cuenta de lo que aquella originaria humanidad necesitaba para sobrevivir.

¿Fue la escritura una técnica? Desde luego que sí, perfeccionada con el fin de registrar información cada vez más compleja para dejar constancia —en un momento capital de la historia de la escritura— en grandes hojas de papel artesanal y empleando tintas de origen milenario aquello que como especie nos elevaba: el legado de nuestra cultura, las representaciones de nuestra fe, nuestra aspiración a la belleza.

Y es que el arte, la cultura, la creatividad y la sensibilidad son condiciones que nos definen y nos permiten integrarnos; son piezas fundamentales para el desarrollo de cada uno, para la convivencia armónica y para la construcción de futuros de paz.


Desde la escritura tallada en arcilla de las tablas de Uruk —hace más de cuatro mil años—, pasando por las inscripciones lapidarias de las capitales romanas —a las cuales debemos nuestro alfabeto— y las semiunciales escritas con pluma de ganso en el año 500, hasta llegar a las escuelas de enseñanza de escritura a mano con métodos como el sistema Spencerian o Palmer, ha pasado mucho tiempo, el suficiente para que el revolucionario saber que fue escribir a mano esté tal vez cada día más alejado de los que se inician en el mundo de la instrucción escolar.

En cuanto a nuestra institución, orienta su labor a la preservación de la escritura manuscrita en su expresión más especializada: la caligrafía, ubicándola en los tiempos que nos toca vivir, realizando una apuesta por su enseñanza más allá de su funcionalidad y presentándola a los más jóvenes como un conocimiento detonador de su creatividad.

Recordemos entonces con ternura a nuestras maestras de escuela, quienes nos enseñaron a escribir, para asumir el reto que tenemos en Caligráfica: hacernos cargo de toda la creatividad que debemos poner en marcha para que la caligrafía no quede en el pasado; porque enseñar no solo es transferir conocimiento, sino también crear las posibilidades para su propia producción o construcción.

Entre todos los saberes que nos han definido, hoy celebramos a aquel hecho a base de lápiz, pluma, tinta y papel.

Quiero agradecer a todo el equipo que integra nuestra asociación, a Lissette Landauro, a Mariana Rey de Castro, a Juan Luis Gargurevich, a Kara Navarro, a Karla Rodríguez y a Claudia Inga, quienes han realizado un trabajo excepcional; a las instituciones que nos han apoyado, al Ministerio de Cultura, a la Municipalidad de Lince, al Museo Pedro de Osma, a los expositores en Perú y otros países, al público interesado y a todos ustedes.

Damos así por inaugurada la Cuarta Semana de la Caligrafía en Perú.  

Monday, July 18, 2022

Fatum, o el esperable destino de la buena literatura

 


Fatum, o el esperable destino de la buena literatura

        Son distintas las realidades configuradas por obra de la prosa de Guerra; entre ellas, las de la amistad y el amor, pero no siempre con desarrollos y finales felices. El narrador deja constancia así, entrado ya en la mediana edad, de aquellos rituales alrededor de la camaradería que, si bien se conservan, asumen formas inesperadas o han disminuido su poder aglutinante. Eso ocurre sobre todo con Felipe, entrañable relato que nos conduce con sana resignación por los avatares de la amistad. Así, en el inicio se nos advierte: “Ya nada es como antes. Atrás quedó aquella época de la universidad cuando andábamos juntos de arriba para abajo emborrachándonos —conforme lo recomienda Baudelaire— sin tregua, inevitablemente encontrándonos en algún recoveco de la noche con los versos de Eliot y Ezra Pound”. En una historia conocida para los que hemos llegado a cierta edad, lo que viene después son las idas y vueltas alrededor de los afectos amicales, útiles para consolar entre unas cervezas al buen Felipe de un lejano apego amoroso y también para ir tras su rastro cuando la distancia amenaza la fortaleza de sus relaciones. Al final, quedan las promesas y buenas intenciones, no siempre cumplidas.

            Por fortuna, hay más aproximaciones a la amistad en clave masculina y todos los hábitos que le son propios; por ejemplo, yendo tras la ruta de “El loco Stalin” o reencontrándonos con “Porfirio Santos”. En cuanto al compañero de nombre tan políticamente altisonante, un inquietante y unilateral encuentro recupera al camarada en una circunstancia corriente en un ómnibus urbano, pero llevada a un extremo que nimba al encuentro de un aura singular. En cuanto a Porfirio, el anuncio de su visita después de tiempo sin verse es motivo para hacer un recuento de sus días, como una suerte de preparación para una experiencia decepcionantemente escatológica. La amistad tiene también esas cosas.

            En cuanto al amor, las páginas de Fatum ofrecen también, en más de un cuento, sus aristas menos gratas, como para poner las cosas en su lugar y terminar por aceptar su esquinada complejidad. En “Te voy a contar una historia”, mientras el narrador se entrega a un viaje por asuntos de su actividad artística, surge la oportunidad de someterse a un par de ceremonias esotéricas: la primera lo deja tan acongojado que se somete a una segunda, cuyo equívoco pronóstico, con todo, lo decide a la acción.

            Páginas después, en “Despedida”, una pareja tiene un farragoso encuentro preamatorio que es más un ajuste de cuentas, el que prepara una experiencia sexual intensa que quizá esta vez sí sea una despedida, pero nunca estaremos seguros, tanto los que algunas veces hemos amado como los que esperamos que la literatura nos entregue algunas certezas. Igual ocurre con la historia de “Abrazando el viejo árbol”, de temática amatoria también y en clave surrealista, pues una despedida vuelve a ser el móvil de los sucesos hasta que se rompen los diques del realismo y la amada se transfigura, pero el amor se propone seguir siendo el mismo. Uno solo puede desear que haya fortuna para los amantes que quieran seguirlo intentando.

            Más allá de los desencuentros amoroso y amical, Fatum tiene más tela para cortar alrededor de otras temáticas; el aparente extravío onírico es una de ellas, cuyo abordaje evidencia el oficio e imaginación de Guerra para dar expresión a sus fijaciones como creador de muy diversas maneras, siempre con la misma eficacia alrededor de tres vertientes. En “Alas”, en búsqueda de equilibrio entre los registros real y fantástico, explora en sus fronteras con tal convicción que a través de este artificio la literatura se atreve a echar luces en las entrañas de la demencia; es decir, luego de que los primeros párrafos nos convencen de que vuelve a tomar forma el mito del hombre alado, nos topamos con su alienada relatividad, para volver sobre el final al momento definitivo en el que todas las aves deben demostrar que, si lo son, están hechas para volar.

En la dirección contraria, “La casa de mi vecina” nos conduce por los meandros de una casa tan próxima a nosotros como puede serlo la de cualquiera de nuestro barrio, pero su descubrimiento es perturbador y a la postre aterrador y en el límite de lo racional. No sabemos si eso ocurrirá cuando nos atrevamos algún día a hacer lo mismo, pero queda claro que una cosa es lo que vemos y otra la que sabemos a ciencia cierta el prójimo, sobre todo nuestros vecinos, literalmente, nuestros perturbadores próximos.

Poco después, Guerra opta por conducirnos más lejos en la exploración de su universo, pero más cerca de conocernos mejor mediante las experiencias oníricas. “Muy juntos” es así un recuento de eventos y movimientos que podrían ser llamados absurdos, pero no lo son para cualquiera que recuerda la lógica contradictoria que tienen muchos de nuestros sueños. Lo mismo puede decirse de “Robótica”, donde confluyen, además del delirio onírico, el desencuentro amoroso, así sea con un ex, que todo es posible en los sueños, como haber estado sin saberlo con una mujer robótica cuando fue nuestra. Algunos sueños son, lo sabemos a despecho del racionalismo, muy reveladores.

Y dando un paso más allá, en “Coma diabético”, su personaje, aquejado súbitamente por el mal del título, ingresa en otro orden de cosas, uno en el que el médico no hace su trabajo, un hermano nos salva la vida a fuerza de voluntad y al final nos hacemos practicantes de las artes de desdoblamiento. Roguemos nomás que tales fantasías, si llegan a agobiarnos, no sean la antesala de mayores y definitivos extravíos.

Y yendo un poco más lejos todavía, “Qué linda flor, qué bella flor” nos enfrenta a los desvaríos de las pesadillas cuando se tornan tan aterradoras que obligan al durmiente a decirse: “Esto tiene que ser un sueño”. Sin embargo, lo que viene después quizá no nos otorgue la esperada tranquilidad.

Pero lo hasta aquí reseñado no agota la riqueza de Fatum, pues desarrolla con brillo la vertiente típicamente realista en dos grupos de cuentos, ofreciéndonos el que da nombre al volumen, “Detectives de oficina” y “Soldado Universal”, historias de singular brillo que se permiten coquetear con el costumbrismo sin reducirse a él, un logro de la destreza en el arte narrativo de Guerra. De todas estas maneras, tenemos a un hombre que encuentra su destino luego de una súbita iluminación, a un gerente de provincias en apuros por una auditoría que encontrará lo que busca, pero con una sorpresa final, y a un licenciado de las fuerzas armadas que, urgido por la necesidad en una sociedad que olvida a sus combatientes, deberá volver a tomar las armas.

El segundo grupo de cuentos ya referido cierra el volumen con brillo e identidad propias para ofrecer con trazo fino los matices, contrastes y colores del ámbito rural. “El viejo”, “Niño de Praga” y “Relato del posadero” indagan así, respectivamente, en los vericuetos no siempre seguros del amor, los misterios acerca de las muertes precoces y la constancia de los actos que son impulsados por la sed de venganza, al punto que esta puede entregarse a la autodestrucción con aliento a cañazo y filo de machetes bajo las estrellas.

 

***

 

        Quizá lo más atractivo de opinar sobre un libro de cuentos esté en amalgamar desde su lectura su aparente dispersión con los insumos de un estilo, una sensibilidad, acaso una visión del mundo. A diferencia de la novela, guiada por una obvia unidad de propósito, las colecciones de cuentos ofrecen su todo desde una mirada caleidoscópica que se completa solamente cuando acabamos con el último relato del volumen.

            Si a todo esto le añadimos que este libro se llama Fatum, palabra latina para “destino, fatalidad”, pronto arribaremos a la idea de que el narrador tras estos cuentos nos convoca como una coartada para aceptar lo inevitable por la vía de la literatura. Esta ineluctabilidad de fondo se manifiesta de las varias y diversas maneras que aquí he reseñado. El telón de fondo es una aproximación a lo humano como Guerra lo entiende, lograda por medio de una prosa no solo eficaz, sino además eficiente, dicho esto teniendo en cuenta que escribir bien no alcanza para expresar la complejidad de un escritor y sus obsesiones. Ese plus necesario para hacer un libro y construir así luego una obra es algo logrado con énfasis y brillo por nuestro autor, que permanece así fiel a su fatum, cumplido ya, de escritor.


Lima, 14 de julio de 2022

A mi maestra de aula



 A mi maestra de aula


Abría las ventanas para que el viento, el sol o alguna mariposa entrara.

Era mi aula la suya, nuestro reino.

Buenos días, príncipes y princesas, ciudadanos del nuevo mundo, nos llamaba

para luego abrir el libro en una página cualquiera.

Qué importaba lo que en ella hubiera, no había historia, paraje, fórmula o pregunta
que no respondiera.

No sé si en todas con certeza, sí con sabiduría.

Mi maestra de aula, a la que confundida a veces llamaba mamá.

¿Qué será de ella ahora?

Quisiera decirle que me hizo escritora, que fui más allá del abecedario y que guardé
en la carpeta el uno, el dos y el tres.

Ella jamás guardó nada, fue ella quien nos quiso

y abrió siempre las ventanas.



Lima, 06 de julio de 2022
Ventana abierta y Lilas, Valentín Serov, 1886

Primeras letras

 


Primeras letras

¿Quién eres?, ¿cómo llega a mí el ladrido de Blaky?

El perrito de tu abuela, su despertador de naricita fría

Me cuentas del caserío de Linda

Y resuenen palabras que a menudo no digo:

Ponchos, cushmas, faldillines

Ahora sé que haces la a comenzando desde la derecha

(discreta vocal entre consonantes)

Y que tu eme tiene los puentes disparejos.

En un momento tu efe cayó sobre tu e

Tu ere se recostó sobre esta y la palabra se sostuvo

Como cuando nos unimos para cruzar un río

Huarichaca me mostró que tu r es una torre pequeña

La torre que vigila que la i saltarina no se vaya de la línea

Tu alma se desata, la a, la ele, la eme de puentecitos disparejos

Quieren volar, salir del papel

Ser libres

Vi tu escritura hoy

Y me detuve a pensar en ti

En la ternura de tus primeras letras

 

Lima, 2 de abril de 2022

 

Recibí los relatos escritos por niñas y niños de las zonas rurales de nuestro país. Me llegaron en archivos en pdf. Tuve el privilegio de leerlos, saber sus historias y seguir el trazo de sus letras.

En el Día Internacional de la Literatura Infantil renuevo mi compromiso de escribir con ellos y para ellos, así como mi sueño de que creemos espacios para escuchar las historias que ellos nos tienen que contar; una literatura desde la infancia y juventud para ser escuchada por los adultos.

Wednesday, August 11, 2021

Hippie



A mi tío Alberto


Si vences a la muerte
te rapará la cabeza
y pegará con cinta scotch
un moño rosa sobre tu cráneo.
Tu ojos estarán cansados
(así seas aún muy pequeña).
Osaste ver la fragilidad de la existencia
(deberás ahora recuperar el brillo en la mirada).
¿Cómo, si ya sabes que te irás?
¿Hay alguien en el mundo que te devuelva la esperanza?
Hippie me nombraste intuyendo mi búsqueda.
Y comencé a mirar a la tribu de la ciudad como a hermanos.
Cabellos largos, ropas sueltas, pies descalzos.
Tuyo, mío, ¿qué importa?
Cuando desaparecieron los errantes en los parques
me refugié en los cines.
Iba sola a ver películas aburridas
que son ahora poemas.
En una, el hombre-dios me dijo:
“No brilles más de lo permitido;
quienes lo hacen se van antes”.
Tuve miedo, y me hice una chica buena.
Hice deporte a diario, comí sano,
me alejé del jugo de uva,
dejé crecer mi cabello
y solo dormía con mi enamorado,
El verano del amor se ha ido contigo.
No olvides llevar flores en el pelo.
Lima, 17 de marzo de 2021

Alquimia




A mi querido tío Augusto

No pude darle la justa medida
al ron jamaiquino que compré en la bodega del barrio
para lograr el equilibrio que tu discreción traía.
Limpio con poca frecuencia
la balanza que me legaste.
No hay nada que medir en estos días
uno igual al otro, sin sonrisas.
Nos colocaron máscaras
como al chico de Dumas
de la novela que tanto te gustaba.
1812 quedó tras ellas
y tu vinilo de la BBC ya nadie lo escucha.
¿Venía el silencio de tu agudeza musical?
¿Quién requiere hablar cuando la melodía
llena las grietas
que las palabras no pudieron?
No sé cómo pesar este tiempo
Coloco de diversos modos las pequeñas pesas
en el instrumento de fórmulas precisas
que se fueron contigo.
Dime cómo creo el balance
ahora que la poesía no me dice nada
cuando las historias dejaron
de darme respuestas.
¿Volverá el equilibrio sin ti?
Déjame tomar este ron con yerbabuena
hasta que la noche se canse de esconderme
y deba retornar a ser lo que suelo ser
una chica buena.
Lima, 8 de mayo de 2021

Wednesday, November 25, 2020

Verano

 


Dejar atrás el amor,

dejar de respirar,

me acerqué lo suficiente para aprender tu aliento,

inundarme con el olor silencioso de tu respiración,

aquel que esconde lo que sientes.

Callaste y el mundo llegó en otro sentido.

Ni tú ni yo en el lugar soñado.

Es condición de lo perfecto ser efímero.

¿Te imaginas a la belleza repetirse día tras día?

Aquello que origina mi nostalgia es también condición

de lo que debió ocurrir para poder quebrarme ahora,

cuando te pienso, cuando me pienso, distinta e idéntica

a lo que soñé de mí misma.

Nadie añora lo que posee.

La imposibilidad es ante todo una promesa,

la postulación del deseo futuro,

y el deseo es la poción para seguir viva,

en medio de un mundo que se acaba,

ahora que mi cuerpo dejó de brillar como luciérnaga en las noches despejadas.

Estuviste en el verano de mi existencia,

y no puedo evitar llevarte conmigo.

Si me apago, si la chica que conociste dejara de estar,

quedarán contigo estas palabras,

lo único con lo que cuento para decir lo siento.


Lima, noviembre de 2020

Inauguración de la Cuarta Semana de la Caligrafía en Perú

  Buenas noches, amigas y amigos. Después de tiempos duros y extraños, luego de casi tres años volvemos a estar juntos —esta vez en la sala ...