Thursday, June 25, 2020

Acerca del asombro

“No temas entonces a la fragilidad de tu cuerpo o al pequeño tamaño de tus pies;

no temas a tu anonimato, tampoco a tu finitud.

Quien puede mirar el universo y comprenderlo lleva la luz con él”.

Tenía ocho años cuando mi padre instaló en mí lo que Rachel Carson llamaría, con certeza, “el sentido del asombro”. Me quejaba con él de mi tamaño; le reclamaba que debería ser tan alta como lo era mi hermana mayor. Él me miró con serenidad y me pidió que le alcanzara mi cuaderno y un lápiz. Se los di. Abrió el cuaderno, de aquellos cuyas hojas estaban sujetas por dos grapas, y en la página anterior al pliego central dibujó un círculo y en su centro hizo un diminuto punto.

—¿Ves el círculo grande y el punto pequeño del centro? —me preguntó.

—Sí.

—Pues el círculo grande es el Sol y ese punto es el planeta Tierra —agregó.

Yo lo escuchaba atenta, tratando de comprender esa enorme diferencia, cuando él pasó la página, y ahora dibujó, esta vez en todo el pliego central, otro círculo y al centro de este nuevamente un pequeño punto.

—Bien, ahora este círculo grande es la estrella Sirio y el punto que ves es nuestro Sol —me explicó.

Quedé confundida. Si la Tierra era ese punto respecto del Sol, y el Sol era ese otro punto en relación con Sirio, entonces yo era algo invisible en el universo, algo muy reducido e insignificante.

Mi padre me preguntó qué pensaba; le dije eso, que era insignificante. Sonrió, y me dijo que Sirio era enorme, pero no sabía de mí; sin embargo, yo, siendo muchísimo más pequeña, sí sabía de las estrellas y tenía conciencia de su existir.

Me tomó de súbito el asombro. Era tan importante lo que acababa de oír que quise saber más. Fue así que mi padre me explicó qué eran las estrellas, qué era la velocidad de la luz y lo lejos que aquellas pueden estar, al punto que tal vez ya no existan, y aún vemos su luz.

Fueron días muy especiales; solía preguntar cosas como de dónde venimos o adónde vamos. Descubrí la fotosíntesis y la importancia de la reproducción sexual para que pudiera haber existido la vida en un planeta que antes solo era habitado por bacterias.

Es por eso que se necesita de un adulto que deje de lado por un instante todas las cosas con que la vida adulta nos distrae para conducir a un niño en el descubrimiento de la naturaleza y de nuestra propia existencia; alguien que permita que nos asombremos y emocionemos al descubrir el misterioso mundo que habitamos

Hoy, 21 de abril, Día del Libro Infantil, renuevo mi deseo, como adulta, de poder mostrar, a través de las historias, aquello que de niña me asombró. En medio de este encierro obligado, cuando la naturaleza se abre paso para mostrarnos que ser parte de ella nos hace tan frágiles como cualquier otro ser vivo, pido a los padres, los maestros y los tutores entregarse con renovado entusiasmo a esta fascinante tarea.

Lima, 21 de abril de 2020



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