Thursday, June 25, 2020

Magallanes

De niña tenía ciertos héroes que no eran los de los cómics; eran sujetos de tiempos lejanos, llegados a mí a través de los relatos históricos en versión para niñ@s que mi papá me contaba. Uno de ellos fue la historia de Hernando de Magallanes, quien el 10 de agosto de 1519 partió de Sevilla con una escuadra de cinco naves con el propósito de circunnavegar el globo.

Mi padre trataba de que comprendiera la dimensión de esta hazaña, que viajara a un tiempo donde toda la tecnología que me hacía comprender la vida de una forma no existía; no había radio, ni radares, ni antibióticos, ni zapatos de goma. Era ahí que me estremecía de emoción, obligándome a acomodarme en el sillón porque el asombro ya se había instalado. Alguna información genética se detonaba y abría la posibilidad de sentirlos cerca, como aquellos hermanos mayores de los cuentos de Valdelomar, que salían de casa y llegaban luego a prodigar al hogar algo de bien, incluido un majestuoso Carmelo y su sentido del honor.

Buscando las Molucas, Magallanes y los suyos llegaron a lo que, en honor de Felipe II, llamaron Filipinas. Lograron llegar al Extremo Oriente, cumpliendo así el sueño de Colón. “Es en este lugar —y mi padre me decía ‘no olvidarás la fecha’— que un 27 de abril de 1521, en la batalla de Mactán, Magallanes murió”.

No pudo llegar al punto de donde zarpó tres años atrás; sin embargo, ya había logrado hacer casi todo el recorrido, y fue ese viaje, esos años de travesía, los que forjaron el compromiso de los hombres que continuaron con la ruta. Fueron 18 hombres de los 234 que salieron de Sevilla los que regresaron a ella en septiembre de 1522. La circunnavegación de la Tierra, con mayúscula, había sido realizada. Era al final de este relato en que la alegría me volvía: el sueño de Magallanes lo culminaron otros, que junto a él creyeron en lo mismo.

Hay tareas que alguien las inicia, y cuya gesta suele traer cambios; puede que la vida no les alcance para verlas concretarse o la realidad jale tramposamente la alfombra del piso para que trastabillen. Puede que no esté presente en Rusia Paolo Guerrero, pero nadie podrá negar que fue él quien hizo posible que toda la nación —esa esquiva palabra para nosotros los peruanos que algunas tardes el fútbol hace posible— cumpliera el sueño de participar en un mundial después de 36 años de ausencia. Ahora está en manos de la tripulación que queda continuar con la tarea.

Mayo, 2018

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