Thursday, June 25, 2020

Ma


Atada a ti desde antes, quizás siempre,

Hogar el primero, húmedo, oscuro también.

Soy muy chica todavía para sentir tu ausencia,

Madre distante, dolor perpetuo.

Deambulo entre las aguas sin saber del aire

Olvidaste enseñarme a respirar lejos de ti.

Mira cómo me paro de manos,

Mira cómo se cimbra mi cuerpo,

Lo hábil que soy, mira, mamá.

Ma, voltea. Ma, soy yo, tu hija,

La que en nada se parece a ti, pero obstinada lo intenta.

Sé escribir, mamá, lee este poema.

¿Qué tal, mamá, está bien escrito?

¿No ?, ¿qué le faltó para conmoverte?

Has olvidado que deseo verte reír,

Que digas qué sientes cuando el sol brilla,

Pero también a qué deberé temer cuando llegue la noche.

Mamá, el hermoso pastel blanco de fresas rojas no era para mí.

De nada valdrán mis bellísimas acuarelas,

Ni la plasticidad de mi cuerpo,

Ni mis manos que adoraban tus fatigados pies.

Alguien dijo que el amor nos separa de los demás.

¿Había tal vez demasiado amor en esta tu hija?

Un embalse que tarde o temprano quiebre el dique.

Sea mi corazón el que te quiera en silencio,

Te libero ahora de amarme.

Que entre entonces el radiante sol por tu ventana,

Pierde ya el miedo a la demorada noche de historias.

Eres libre, madre,

Hace algún tiempo que no temo dormir sola.


Lima, 2 de febrero de 2016

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